lunes, 9 de noviembre de 2009


A las 4 de la mañana me desveló la brisa en el Cabo de la Vela, y salí de la choza para encontrarme una playa tan desierta, como llena estaba la luna. Desnudo paseé por la orilla y después, me senté a contemplar una barca. Al rato apareció mi madre, inquieta porque al despertar no me encontró a su lado. Ella vino del otro lado del mar a comprobar si su hijo era feliz en Colombia. Me miró con ojos que decían cuánto me quería y añoraba, y comprendió. Sonriendo, se volvió a la choza. Esa noche lloré de felicidad, y de distancia.

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